Autómata

Frio y cortante metal, un dedo, delgado y blanco como la luna resbala por su superficie, tallados, círculos, formas, hendiduras, un pico y el aire. Miro su dedo, cubierto de polvo, supo que necesitaba una limpieza.
La joven le sonrió, una sonrisa preciosa que no se cansaba de observar, un rizo oscuro recaía sobre su mejilla izquierda, Él quiso correrlo, pero no se atrevió, su dedo metálico rasgaría su fina y rojiza piel.
Quiso, quiso muchas cosas, quiso gritarle lo que sentía, no gritarle no, la asustaría. Quería susurrarle cuanto la amaba, cuanta felicidad le causaba escuchar su risa. Pero no podía, él era metal y ella piel. No podía sentir, una maquina compleja pero tan simple que no podía amar. Solo estaba ahí para cuidarla, protegerla, no amarla, no era su princesa. No era su nada
-Bleith, ¿tú me entiendes verdad?-Tomo aire-¿Entiendes porque no puedo ser Reina?-La última palabra sonó mas como un crujido que como lo que en verdad era.
La princesa Alara de tan solo 19 años, claro que entendía porque no podía ser reina, eso la rompería en mil pedazos.
De todas formas no espero la respuesta del Autómata, se limitó a bajar la cabeza, como si el no pudiera contestar.
-Vamos se hace tarde, Padre se preguntara dónde estoy.
Tomo a Bleith por la mano, esa mano fría y de metal que tanto lo atormentaba, pero ella no lo noto, nunca lo hacía, o por lo menos no lo demostraba, para ella Bleith era su protector, su guardia, su amigo, no un simple ser de metal.
Este la siguió, pero 5 pasos más adelante planto sus pesados pies en la graba.
La princesa con toda su gracia volteo y le sonrió.
Una vez más esa sonrisa, esos dientes afilados y blancos, su nariz redonda y rosada en la punta.
-¿Que sucede?-Un canto angelical que casi hizo que Bleith olvidara sus palabreas, casi.
Si hubiese tenido una nuez de Adán funcional sabría que esta hubiese temblado.


-Huyamos, juntos, crucemos el rio espumoso y el mar celeste, vayamos a las tierras del Sur, donde no tienes que ser princesa ni reina-Levanto la vista del suelo-Si es lo que deseas.
La princesa, siempre calma, estaba extasiada, sus emociones rebotaban unas con otras, si estas hubiesen sido partículas ya sería parte del mismo aire.
No vacilo.
Cogió con sus manos las del hombre de metal, y como cientos de veces había hecho antes, no vio a algo sin vida, sin sentimientos, no vio a una simple máquina, vio a un hombre con un alma, vio al hombre que amo toda su vida en secreto y nunca se había atrevido a soñar.
Un beso cálido en la mejilla de Bleith lo hizo sentir más vivo que nunca.
Juntos, huyeron del destino.


El un simple ser de metal y ella una mujer de piel.

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